Os
mando unas postales que encontré por ahí de las que no hicimos cuando éramos
más jóvenes.
¡¡FELICES FIESTAS!!
La mayoría de
vosotros habrá pensado que el blog estaba abandonado del todo. No es cierto, del
todo. Verdad es que lo he "olvidado", lo hemos olvidado, en estos meses, desde el verano, pero
simplemente es cuestión de que no encuentro los momentos que necesitaría para
seguir escribiendo como al principio. Verdad es que después de la reunión del
verano, hice propósito de dedicar más tiempo a escribir… no sé, no quiero
prometer ahora que lo haré mejor, solo que lo intentaré.
Unos días antes de que nos reuniéramos para pasar
ese día 10 de agosto juntos, fuimos José Ángel y yo a “reconocer” el terreno
de la ruta de Las Pintas y así poder determinar si era adecuado para lo que
queríamos hacer. Os había hecho saber en varias ocasiones que el lugar es
espectacular, con unas vistas impresionantes de la zona de Riaño y toda la
Montaña Oriental Leonesa, hasta donde alcanza la vista, Picos de Europa
incluidos. Nos dimos cuenta de que la ruta presentaba dos inconvenientes
importantes: era dura, no muy recomendable para afrontarla sin preparación,
y el recorrido requería más tiempo del previsto alterando el resto del programa.
Decidimos
realizar otra más sencilla, que no nos dejase el cuerpo cansado para el resto
del día, que la fiesta no fuese un coro de lamentos por las agujetas. La
propuesta, y lo que al final se hizo, fue subir a Pico Moro, al pico pequeño,
por el camino corto de Ocejo de la Peña y bajar por El Valle de Nuestra Señora.
Amaneció un día de cielo completamente azul, que nos permitió disfrutar de la ruta a
pesar de los padecimientos de las pendientes del camino y la temperatura, que
en el momento álgido estaría por los 30º o más. En camino nos pusimos Pepe y
Miguel Ángel, Santi y Mª Jesús, José Ángel, Manolín, Carla, Giovanni y Ricardo.
A nuestro ritmo, al de los niños principalmente, llegamos hasta el Valle de
Picomoro, hicimos una pequeña parada para afrontar mejor la subida a Collado
Genciana, lo peor de la ruta, para una vez repuestos, subir hasta la cima baja
de Pico Moro. Mª Jesús, Giovanni y Miguel Ángel prefirieron quedarse en el
collado mientras el resto, la valiente Carla también, subíamos (curiosamente y
a pesar de ser de Olleros, algunos por primera vez). Al llegar de vuelta al
collado pudimos comprobar cómo Giovanni y Miguel Ángel habían dado un tiento
importante al chorizo y a la hogaza de pan, que si tardamos un poco más no
tenemos ni para un pincho, …y porque la bota se la había llevado Pepe que si no…
Con muy poco retraso sobre lo
previsto habíamos finalizado la ruta y quedamos en Los Pelayos para
reagruparnos, juntarnos y tomar unas cañas con los que no habían ido de
caminata (ya sabéis como entra una caña un día de calor como el que hacía),
después de cambiarnos y recoger las viandas para la comida. Un par de cañas,
porque se nos hacía tarde para la comida, y subimos, esta vez en coche, a El
Hayedo, para pasar una tarde de comida, charla, recuerdos y risas,
especialmente con Pepe que tenía un día “sembrao”. No nos faltó de nada, lo
habíamos coordinado para que cada cual llevase aquello que nos pudiera hacer
falta, y que tuviésemos comida y bebida suficiente y variada.
A la peor hora del día Manolín tuvo la
ocurrencia de proponernos subir a la Cueva de la Campana y cruzarla tal y como
hacíamos en los años de la niñez. Un grupo de valientes (os puedo asegurar que
a esas horas la temperatura superaba bien los 30º) y aguerridos ollerenses
subieron la empinada cuesta que hay hasta la boca de la cueva ¡y la cruzaron!
(y eso que dudábamos que aquellos cuerpos fuesen capaces de entrar por aquel
agujero que ya de críos nos parecía estrecho, -salvo Pepe que sí que sabíamos
que entraría-, pero se conoce que la erosión siguió trabajando a nuestro favor
durante estos años).
Estábamos tan a gusto y pasándolo tan bien que
solo la falta de luz nos echó de El Hayedo; después de dar otro repaso a la
comida, y a la bebida, de seguir en animada charla, y como el cuerpo nos seguía
pidiendo que no acabase la fiesta, hicimos una parada en la terraza de Los
Pelayos tomándonos unas copas que para algunos se extendieron hasta altas
horas.
Creo que la experiencia ha sido muy positiva y
que todos los que estuvimos estamos esperando a poner fecha para el próximo
año, que no queremos perdérnosla. Esperamos que en la siguiente podamos
juntarnos más, y poco a poco acabar haciendo una buena fiesta en la que nos
reencontremos todos.
Gracias a todos, también a los que no habéis
podido estar y apoyasteis la iniciativa, se os espera para el 2014.
Después de
pensarlo todo lo bien que supimos, de intentar ajustar la fecha al día en que
más nos pudiéramos reunir, que seguro que alguno no podrá o no llegará a tiempo
(que no se preocupe, sólo tiene que proponerlo y organizamos algo para el día
que esté), que no coincidiera con otro evento; esta es nuestra propuesta para
que todos aquellos que queráis, que podáis, que os apetezca, juntarse para
pasar el día de excursión, comida y diversión.
El programa
que os ofrecemos es:
· Subida a Las Pintas
(con dos versiones para que se animen más)
· Vinos por Olleros
· Comida en El Hayedo
· Tarde de café,
copas, siesta, descanso…
· Tarde-noche de
barbacoa y música, hasta…
Para que
todos podamos asistir dentro de nuestras posibilidades podemos elegir
cualquiera de las opciones siguientes:
A. Full equipe, el pack completo, …“me
apunto a todo”…; subida (completa o recorrido corto), vinos, comida y barbacoa.
B. Vinos, comida y barbacoa
C. Cualquiera de las opciones por separado, según
posibilidades, gustos, compromisos…
Puede asistir
cualquiera de los que os sintáis integrados en el grupo de Generación 60 de
Olleros, sus consortes e hijos; hay sitio para todos, lo importante es
reunirnos un día para pasarlo bien, divertirse, y charlar del pasado y del
presente.
Para
que pudiéramos organizarlo lo mejor posible es condición que nos lo comuniquéis
lo antes posible, al correo del blog, a través del blog directamente en un
comentario, por teléfono, en persona,… así sabremos a qué vais a asistir, y poder
deciros que tenéis que llevar (más que nada para no juntarnos todos con lo
mismo para comer; la barbacoa, si se hace, será de compra: hamburguesa,
chorizo, bebida…)
Se admiten
todo tipo de sugerencias (que conociéndoos atreverse a decir “todo tipo” de sugerencias
asusta).
Según
vayamos sabiendo los que confirman su asistencia os lo iré comunicando, por si
eso anima a otros.
La previsión
del tiempo para el 10 es de día completamente soleado y temperaturas entre 10º
y 28º
¡Os esperamos!
(el martes iremos a reconocer la ruta, y si nos parece mucho o muy larga, estudiaremos otras alternativas)
Tras
el fallido intento de fiesta-encuentro del año pasado, de forma casual nos
reunimos unos pocos amigos para pasar el día. Nos fuimos de excursión al Valle
de Picomoro, subiendo Pico Cerroso y el propio Pico Moro. Después del esfuerzo
nos tomamos unas cañas por Olleros y bajamos a La Canalina para comernos las
viandas que cada uno de nosotros había preparado apresuradamente de bocadillo
para el viaje, tortillas de todos los colores, queso y fiambre por doquier, y
el melón de LuisFer, que no falte. Estuvimos, hasta bien entrada la tarde, de
copas y charlando, sobre todo recordando nuestra juventud, nuestras vivencias
en Olleros.
Aunque
improvisada, nos gustó tanto la experiencia que nos comprometimos a repetirla, decidimos
que el modo de reunirnos los años venideros podría responder a un “programa” como
este: una excursión, una comida, unas copas y lo que surja…
La
lección aprendida del año pasado parece recomendarnos, igualmente, actuar con determinación,
asignar una fecha cuanto antes, decidir qué queremos hacer, y el que esté
interesado y pueda que se apunte. Eso no quiere decir que hasta una fecha
aceptable no se admitan ideas, sugerencias sobre cómo pasar el día, qué hacer o
dónde.
Sin
cerrar todavía la fecha, barajamos los días 10, 11, 17 ó 18 de agosto, la
propuesta que presentamos como base es la siguiente:
·Subida a Las Pintas (fotos), temprano, desde Las
Salas. Aunque la foto impresione lo puede hacer cualquiera con un poco de
fondo, tampoco mucho, y siempre hay una alternativa de recortar la subida y
volver a reunirse a la bajada. El camino, los paisajes y las vistas son
impresionantes, y curiosamente desconocidos para la mayoría de nosotros, a
pesar de lo cerca que están.
·Como calculo que se puede hacer
en 5 horas tenemos tiempo para tomarnos unos vinos por Olleros, de ronda
como siempre, y después comer en un lugar por decidir: el río, el
hayedo,…
·Por la tarde propongo
que nos podríamos reunir en la finca de Miguel y pasar la tarde tomándonos
algo, escuchando música (la que escuchábamos de jóvenes; se admiten
desde ahora las propuestas para ir recopilando la música) y conversando;
y ya avanzada la tarde, si queda alguien, podríamos preparar una sencilla cena
a base de hamburguesas de novillo a la brasa, y a partir de ahí lo que cada uno
decida…
Lo
pongo ahora, con tiempo suficiente para que os vayáis haciendo a la idea y que
podáis prever si por esas fechas estaréis por aquí. Más adelante, no tardando,
daré la fecha y el programa definitivo según vayan llegando sugerencias, que si
no llegan me arriesgaré yo a decidir…
Estáis
todos invitados a asistir, ¡todos!, todos invitados a aportar ideas. Id
preparándoos que no queda tanto y el 31 de Julio se cierra la lista.
¡Participad,
que no os vais a arrepentir!… ¡Os arrepentiréis si no acudís!
Cuando le cuentas a alguien que este año ha nevado en mayo,
te arriesgas a que tu interlocutor te responda que él ha visto nevar en agosto,
y hasta puede que sea cierto; muchos de nosotros hemos podido ver nevar en
agosto, unos pocos copos, una nube pasajera cargada de agua que es conducida
por una capa de aire frío, aire frío en altura como les gusta decir a los
meteorólogos (que todos llevamos un meteorólogo dentro, a veces con más acierto
en las predicciones que los mismos profesionales de “la tele”), unos copos que
no llegaban enteros al suelo, muy caliente para que cuajasen.
Lo extraordinario de este año es que no ha dejado de nevar, que aún no se
nos ha ido el invierno, que este año, con suerte, nos va a durar la primavera
quince días (literal, que sigue haciendo frío). No hemos tenido una nevada de
esas fuertes que pase de los 50 centímetros, que permanezca la nieve varias
semanas en lo sombrío del monte, pero sí muchas, pequeñas, pero muchas, de
amanecer con una efímera telina de nieve que no llegaba al mediodía. Así día
tras día, sin dejar de hacer frío (lo sabéis bien los que os acercasteis a
Olleros en Semana Santa), y cuando no, lloviendo a jarros que, en eso sí, se
han batido todos los records de agua conocidos y registrados, después de un
verano y un otoño de lo más seco y que nos metió el miedo en el cuerpo y que
provocó que pudiéramos pensar que en unos años el desierto estaría por Quintana
de Rueda, y que en unos pocos más nos estaríamos vistiendo con chilaba y
babuchas; y mira tú por dónde unos meses más tarde parecemos noruegos por la
palidez de nuestra piel y los coloretes de nuestro rostro, ¡que no hemos visto
el sol desde el 2012!, que nos han dicho gentes del Sur que sigue estando ahí
arriba, oculto tras ese manto gris, ¡supongo!, más que nada por esa tenue luz
que nos permite distinguir, por poco, la noche del día.
Yo ya estoy harto de tanto frío, ¡que Olleros no está en Laponia! a pesar
de los que viven a unos pocos kilómetros y nos interrogan todos los días por
los metros de nieven que habrán caído y por las temperaturas glaciares
que estaremos soportando, como si la divisoria del círculo polar ártico pasara
por Colle, y el alto de Sotillos fuese el macizo del Himalaya.
Eso sí, está todo el monte cubierto de un verde intenso que es un regalo
para la vista.
(Podéis ver la fecha de la foto, y os digo que el día
20 de mayo cuando amanecía se podía ver una fina capa de nieve en El Repetidor,
Peña Perico y en todo lo que superase los 1.300 metros de altitud)
La mayoría de
nosotros no conocimos muy bien el Riaño viejo, o al menos yo no lo pude
conocer. Era el pueblo por el que pasábamos camino de Asturias, cuando íbamos a
Las Colonias; al lugar dónde alguna vez nos llevaban de excursión (la primera
vez que lo vi, la primera vez que vi la presa, estaba en 1º o 2º de EGB, lo
recuerdo porque nos llevó D. Nemesio); y cuando éramos un poco mayores alguna
vez fuimos a tomar algo o a la discoteca que había en los últimos años, muy en
el estilo de nuestra Olimpia, pero pocas veces, que no había tantos coches,
la carretera era muy mala y estrecha, casi toda pegada al Esla; vamos, lo peor
para ir de juerga y regresar de noche en malas condiciones psicofísicas.
Pero Riaño siempre
fue un referente; desde niños habíamos oído hablar de las historias del
pantano, aquel gigantesco muro de hormigón que siempre vimos impertérrito,
cerrando el desfiladero que había entre Las Salas y Riaño. Nos contaban como ya
hacía años que habían construido la presa, habían pagado las indemnizaciones a
sus habitantes (las fábulas decían incluso que generosamente y que el ganado lo
habían pagado varias veces pues se trajinaba de cuadra en cuadra) y que aún así
no se cerraría nunca, <<que si Franco no había sido capaz de hacerlo
ahora sería imposible; que para qué lo queríamos ¿para llevar agua a Valladolid?...>>
Ya era una
segunda generación la que habitaba en Riaño y todo hacía pensar que sería otra
obra más de esas que se quedan sin acabar para escarnio de ministrillos
megalómanos. Pero de repente se vuelve a plantear su cierre y eso hace que se
empiece a movilizar la gente de la zona, principalmente los afectados, e
incluso de otras partes de España, haciendo de Riaño un símbolo a la resistencia
popular contra las obras públicas que no cuentan con los afectados ni con los preceptivos estudios de impacto medioambiental (¡buena falta le
hacía al franquismo!, …que tampoco es que les importara mucho después) que
evitaran la destrucción de un paisaje, de un paraje natural de valor
irrecuperable.
Y es que para
nosotros no ofrecía ninguna ventaja, ningún beneficio, al contrario, nos
quedamos sin la playa de Sabero, que desde que cerraron el pantano no hay quien
pueda bañarse en el Esla, está el agua helada aunque pasen 20 días a 40º. Ni tan
siquiera se han molestado en buscar fórmulas para que tuviera rendimiento
turístico (hubo un Club Náutico “fantasma” que nunca tuvo una barca, pero “curiosamente”
tenía dinero para financiar equipos de futbito, se entiende que con objetivos
publicitarios) en una zona con un gran potencial, pero que hay que hacerlo
llegar a la gente.
Y como en
todo en esta zona servimos como ensayo para otras circunstancias parecidas en
otros lugares, y el ser los primeros para nosotros nunca fue una ventaja (acordaos
de lamina, aunque siguen decididos a acabar
con ella en León), hemos sido cobayas de políticos y regentes. Ninguna de las
movilizaciones sirvió para nada, ni el gigantesco cartel de denuncia pintado
con riesgo y osadía en la pared interior de la presa: “DEMOLICION”, y que todos
tenemos en la memoria,ni la resistencia
de los habitantes a abandonar sus casas (las hubieron de desalojar a la fuerza).
En el video podéis
ver, además de un grupo con ganas de hacer payasadas, como Riaño se había
convertido en un gran lienzo donde expresar la indignación y la contrariedad en
sus fachadas, las casas abandonadas y derruidas, sus últimos momentos antes de
acabar sumergido.
Con este
video acabo la serie de ese denso día de fin de año de 1988. Gracias a los que habéis
participado en su grabación desinteresadamente, ahora pasaréis la vergüenza de
veros, ...que no es poco premio después de 25 años.
No es este un video que tenga méritos artísticos,
es de mala calidad y está muy movido, ni será recordado por su contenido, no es
más que una carretera y sus márgenes. Pero puede que cada uno encuentre algo especial
al verlo; como algún edificio que ya no está (el cargadero de carbón de Aleje),
esos coches que todos tenemos en la memoria, nuestros primeros coches; la carretera
de Riaño tal y como estaba en 1988, estrecha y con árboles a los lados (eran
los quitamiedos de entonces para que no te cayeras al río), la presa por la
cara de dentro que todos vimos siempre con la pintada de “DEMOLICIÓN”, el
antiguo túnel al lado de la presa y la carretera y entrada al viejo Riaño, que
nunca volveremos a ver.
Es otra parte del interminable día 31 de diciembre
de 1988, el último día que permitieron el acceso a Riaño viejo por la vieja
carretera, y que a un grupo de nosotros nos dio mucho de sí. Ya solo queda una
pequeña parte de nuestro deambular por un Riaño fantasmal y que será la última entrega
que no tardaré en colocar en el blog.
Después de dos o tres años de “sequía”, los
adivinos observadores de la naturaleza han dado en el clavo. Durante el verano
y otoño el pronóstico era el mismo: este año va a nevar mucho, hay muchas
avispas, que las había, y están muy revueltas, que lo estaban. A la tercera ha
sido la buena y este año se ha empeñado en darles la razón, a las avispas y a
los agoreros, lleva dos semanas que no ha dado tregua, pero con la singularidad
de que esta vez lo que cae un día ha desaparecido al día siguiente, que si no estaríamos
enterrados en casa.
Creo, ya me diréis si me equivoco, que en la memoria de
todos nosotros funciona un particular resorte que asocia Olleros al
invierno y que inmediatamente nos traslada a imágenes de nieve, de
mucha nieve.
<<Ahora nieva menos>>; eso nos dicen
los mayores y lo dice nuestra memoria, y no puedo confirmaros que sea así
porque tendemos a engrandecer lo que hemos vivido en el pasado (antes llovía
más, nevaba más, hacía más frío, más calor…, todo era más grande). Como
experiencia os puedo decir que tengo posibilidad de consultar con el meteorólogo
y que la estadística es más fiel que nuestra memoria, y la mayoría de las veces
desmiente nuestros recuerdos; pero en el caso de la nieve parece que se cumple,
que ahora nieva menos. Dicen que una posible explicación estaría en el pantano
de Riaño, que por su tamaño y capacidad tiene la facultad de intervenir en la
climatología de la zona.
Hoy los niños esperan los días de nieve para que no
haya colegio, ¿recordáis algún día que nevara y no hubiera clase en la
escuela?, yo no. Sí que recuerdo ir de mi casa hasta la escuela con la nieve
por la cintura, que sería por mi estatura más que por la cantidad, pero D.
Nemesio o D. Romualdo solo tenían que bajar la escalera de su casa para llegar
a la clase. ¿Y los recreos?, ¡eran lo mejor! En cualquier día de nuestra
infancia el recreo de la escuela era un hervidero de niños para los que la
plaza se quedaba pequeña, pero en los días de nieve era una batalla campal
auténtica. Rápidamente nos movilizábamos para hacer parapetos y formando grupos
se liaban verdaderas guerras de bolas de nieve. Y también, cómo no, hacer muñecos
de nieve después de empujar enormes y pesadas bolas.
Son recuerdos de caminos estrechos excavados en la
nieve, pasillos que se me antoja recordar que no me permitían ver el entorno
por la altura de la nieve, senderos hechos a pala que semejaban un laberinto
que te llevaba a los lugares principales del pueblo: la escuela, el economato y
los bares; y la iglesia los domingos.
Otra de las diversiones que está, seguro, en la
mente de todos son los “resbalizos” que nos hacíamos puliendo la nieve hasta
que quedaba como el cristal. Podíamos pasarnos horas deslizándonos sobre el
hielo, haciendo la pista cada vez más larga, más divertida. Recuerdo
especialmente una que hicimos, y ya éramos mayorcitos, desde la puerta del bar
de Berto hasta casi la carretera nueva, ¡qué gozada!, hasta que llegó un “buen
ciudadano” y nos la llenó de ceniza alegando que era por donde bajaban los
mineros a coger el autobús.
Si os preguntase por las navidades todos diréis que
las recordáis con nieve. En todas nuestras imágenes de los inviernos de nuestra
niñez hay nieve; hay nieve en las cabalgatas de Reyes, en los domingos de cine,
en las funciones de Navidad, en las largas noches de invierno y sobre todo hay
mucha nieve en nuestros recuerdos. Para mí la mejor imagen es la del día siguiente de la nevada cuando se despeja el cielo, sale el sol e ilumina todo con una luz intensa que hace que resalte el blanco de la nieve hasta cegar los ojos y la temperatura templa y apetece salir de paseo, pisar la nieve virgen y volver a la infancia jugando con bolas de nieve y a hacer muñecos y resbalizos (¡cuidado que estáis en la edad de jugaros una pierna!)
Parece paradójico decir que la fiesta de Nochevieja se celebra el primer día del año siguiente, esto es, en Año Nuevo; aunque también es cierto que tenía dos partes claramente diferenciadas (lo que ha motivado el título de la entrada), desde dos minutos después de las campanadas y hasta que nos “desalojaban” de la discoteca (Nochevieja) y otra parte que comenzaba en el desalojo y duraba lo que el cuerpo pudiera soportar el maltrato (físico y químico), que es a la que hoy me quería referir (año nuevo).
En cuanto te tragabas el amasijo de mosto, pepitas y pellejo de las “uvas de la suerte” (¿os ha funcionado alguna vez?, entonces ¿por qué lo seguimos haciendo?) y brindabas por el nuevo año recién nacido con tu familia, ya estabas pensando en el momento de salir de casa para reunirte con los colegas y comenzar la fiesta. Nos íbamos recogiendo con un recorrido y ritual tan tradicional como el de la misma ingesta de las uvas para terminar reuniéndonos casi todos en el Kiss o Los Pelayos para una primera copa de brindis de buenos augurios por el año estrenado, los apretones de manos, abrazos y besos (según corresponda) con el chocar de las copas de champán; ¡perdón!, cava; ¡perdón!, vino espumoso.
De ahí nos dirigíamos directamente a la discoteca, La Olimpia, con el propósito de no tener que coger el coche en una noche que era lo menos recomendable; además de que en su tiempo, y no digamos en esa noche, la discoteca tenía un ambiente como nunca, era la noche en que salía todo el mundo de fiesta (gente que no volvías a ver en la disco hasta la fiesta de Nochevieja del año siguiente).
Hay temas para otras entradas, que lo mismo un día me da y las escribo, pero el tema de hoy, el que ilustra el video, es justo desde el momento que nos “echaban” de la discoteca, ya de día casi siempre, y como aún teníamos ganas de continuar la fiesta, que se trataba de empezar el año como dios manda, el que primero propusiera una alternativa para continuar allá que nos lanzábamos.
Teníamos tres alternativas: chocolate con churros, sopas de ajo, o seguir por la línea alcohólica con la quina o mistela (que era como apagar un incendio con gasolina). No era seguro, ni había un local fijo para la degustación del chocolate o las sopas, según estuvieran de animados los propietarios de los bares te ofrecían alguna de las opciones; y si no algún año hemos optado por ir incluso a Cistierna para tomar el chocolate (de todas las opciones la menos recomendable, aún recordaréis algunos el año todavía había nieve y hielo en la carretera y que bajamos con tres coches y solo llegamos con uno a Cistierna (aunque hay otra versión más fiable, por su mejor capacidad para la memoria que dice que iniciamos el viaje 4 coches y llegamos 2), quedándose los otros dos accidentados por el camino; que tampoco nos quitó las ganas de seguir la fiesta hasta la hora de ¿comer? –lo más fácil es que te cayeras sobre el plato y que tu madre te echara para la cama mascullando entre dientes palabras imposibles de reproducir). Comer las sopas te recomponía el cuerpo y lo templaba, lo malo es que no le dábamos la tregua suficiente para que se recuperara del todo pues las acompañábamos con cerveza o vino y así hasta que el cuerpo estallaba y te mandaba para casa (o peor aún y que un alma caritativa tuviera que llevarte muy perjudicado). También podía pasarte que ni tan siquiera el cuerpo pudiera llevarte hasta las sopas y el chocolate y te quedaras dormido en el coche, como en el video, hasta que alguna mosca cojonera te devolvía a la realidad.
Espero que disfrutéis del recuerdo a través del video y os animéis a contarnos el recuerdo de alguno de esos memorables momentos.
Muy al caso viene aquel año que teníamos el cuerpo para fiesta más de los que cabían en un coche. El único disponible esa mañana de año nuevo era mi primer coche, un R-5 TL, y era de esos días que el cuerpo te pide más, que no ha tenido suficiente y a las tres de la tarde todavía estábamos de vinos y fiesta, y Olleros se nos había quedado pequeño, y ya habíamos estado en Sotillos. Solo nos quedaba, aunque no nos gustara mucho, ir a Sabero para continuar la juerga, así que de un modo absolutamente inconsciente nos montamos en el coche los doce que quedábamos, quedando así: 3 delante, 4 atrás, 3 en el maletero (este abierto y sentados con las piernas colgando) y dos sentados en la aletas de la ruedas delanteras. Íbamos despacito cuando a la altura de la granja de Sahelices nos cruzamos con el 124 de la Guardia Civil, que tardó un suspiro en dar la vuelta y alcanzarnos antes de la casa de Mariano. Después de oír de todo los guardias y para que la cosa no fuera a peor, si es que hubiera algo peor, decidieron que mejor me bajaba yo solo a Sabero con ellos al cuartel, o acabarían llevándonos a todos al calabozo.
Tengo que reconocer que se portaron bien para lo que podía haber sido y después de echarme una buena bronca me dejaron marchar con una multa, que por la gravedad de la infracción, fue muy leve (por cierto que prometisteis que contribuiríais al pago de la misma y todavía os estoy esperando ¡cabrones!).
Aún me río cuando recuerdo como Toño (Varis) nos contaba que al parar el coche, y para que no nos pillaran con tantos, salió corriendo por un camino en dirección a la carretera nueva y que no dejaba de oír a alguien corriendo detrás de él, y cuanto más cerca oía los pasos más apretaba a correr, hasta que ya rendido y dispuesto a entregarse se paró y al darse la vuelta y ver que el que corría detrás de él era Jose “el muerto”, huyendo también de la quema, le dieron ganas de matarlo allí mismo.
Quisiera que esta entrada, con este video,
sirviera de homenaje al difunto Ojel, ¿qué fiesta recordáis en la que no estuviera?,
siempre con su inseparable poncho y su sombrero mejicano; no fallaba en ningún “sarao”.
Además quiero decir, porque así lo pienso, que a nosotros siempre nos tuvo un
cariño especial, que nos animaba en todo lo que hacíamos (futbol, futbito,
teatro,…) y que estaba allí para pasarlo bien con nosotros. ¿Os podéis imaginar
una diana de las fiestas sin Ojel? También era “el rey” de los días de después,
de la postfiesta, de las dianas y de las fiestas interminables que a él le
podían durar más días de los que figuraban en el calendario.
Que sea un homenaje a ti, Ojel, “…y es que
sigues siendo el rey…” en nuestra memoria.