lunes, 31 de diciembre de 2012

Bares, ¡qué lugares! Volumen II - LOS PELAYOS-


Como llevo tanto tiempo con el blog abandonado (me da ánimos que alguno de vosotros se haya molestado en sugerirme que siga, que ellos están detrás aunque no se hagan ver; me anima que Tino, que ni me podía imaginar que nos seguía, haya, por fin, dado muestras de que está con nosotros –búscate, Tino, un hueco para este verano y vente con nosotros de fiesta-; muchos me decís que no lo deje, y hay alguna persona “especial” que no deja de darme la turra para que me ponga a trabajar en el blog, además de Guanchi que es el único que debe de seguir hurgando en los baúles buscando fotos), he querido retomarlo haciendo una entrada doble, pero que tiene una relación importante para nosotros en el tiempo y en el espacio. Quiero hacer un doble homenaje: al Bar Los Pelayos y a los días de Nochevieja, muchos de los cuales empezaban y terminaban precisamente en este bar.



Los Pelayos según me cuentan fue fundado por Amador y Pepín, que no me han sabido decir si lo de “los Pelayos” tiene su origen por algún apellido, por el nombre de su padre o porque así es como eran conocidos. Ellos lo traspasaron a un gallego que debió de estar poco tiempo, después Chamusca que fue el que lo traspasó a Pepe y Linos que son los dueños de Los Pelayos que nosotros hemos conocido como clientes, que son nuestros pelayos de toda la vida, y sin que nadie se tenga por menospreciado, son los dueños-camareros más profesionales que nunca se hayan visto por toda la comarca; siempre amables, educados en el trato, con una paciencia infinita, llevando el negocio con profesionalidad, pioneros en las tapas elaboradas y generosas, y con poca memoria rencorosa para que al día siguiente te trataran con la misma amabilidad aún después de haber estado montando “el chou” el día anterior (ahora lleva el negocio el niño de Linos, que por si por un casual me lee diré que es un chaval muy majo que sigue la misma línea que su padre y tío, un poco “chulito” pero buen tipo, -desde el cariño, Chines-)

Es el bar de siempre, el de toda la vida; parece que Olleros se hubiera construido alrededor de él. Es el tercer vértice del triangulo ollerense: la iglesia, la plaza y el bar Los Pelayos. Fue siempre el bar del vino de la salida de misa, el bar del café por las mañanas del primer relevo y el primer café (casi siempre con sus gotas de orujo) del relevo de noche, el café, copa y puro del relevo de tarde de después de comer y antes de entrar a la mina. El bar de las partidas con “completo” (antes, cuando tenías que hacer cola para que quedara una mesa libre), de los cubatas de tarde-noche, de las máquinas “petaco” (que era a lo único que nos dejaban entrar hasta que alguien decidía que esa pelusilla que te salía debajo de la nariz ya parecía un bigote y te permitían acercarte a la barra a pedir una cerveza o un vino con gas –era pronto para el vino solo y los licores-).

Era el bar, lo comentábamos ayer Pepe y yo, dónde nos reuníamos el día de Nochevieja, tal día como hoy, para tomar juntos las últimas copas del año, donde empezábamos la fiesta que habría de durar hasta muy avanzado el día de Añonuevo; donde solíamos quedar para reunirnos antes de salir en manada para la “Olimpia” para celebrar el año nuevo a lo grande. Aún nos quedaba tomar una mistela cuando ya nos habían echado de la discoteca, negándonos a rendirnos, a irnos para casa, lo que normalmente significaba que empalmaríamos la noche con la mañana y con la hora de los vinos, que para cuando llegáramos a casa no tendríamos ganas ni fuerzas para comer, solo para meternos en la cama hasta el día siguiente. Pero al contrario que ahora, nuestros padres estaban relativamente tranquilos (la única preocupación es que nos metiéramos en peleas envalentonados por los vapores espiritosos), porque sabían que estaríamos en Olleros, que teníamos sitios suficientes donde no dar cuartel a nuestras vejigas y nuestro desmadre festivo (con la normativa actual si nos hubiesen cogido con el coche a algunos aún no nos habrían devuelto el carnet de conducir, que a punto estuvo  de suceder un año, pero eso es historia para otro día).

Como prueba de lo que os cuento he rescatado este video que os pongo de enlace. Estamos precisamente en Los Pelayos justo antes de la cena y veníamos de Riaño, en el último día que se podía pasar por el viejo Riaño, que al día siguiente cerraban el túnel de la presa y solo se podría pasar a partir de ese día por la ruta nueva (otro día os colocaré el video que hicimos en el viejo Riaño). ¿No sería esta tu última Nochevieja en Olleros, Tino? Seguro que te hace ilusión, como a los otros, verte tan joven y con el recuerdo de un día en el que siempre nos divertíamos de verdad.  

FELIZ 2013