Se me antoja situarla en el patio de una cárcel momentos antes de iniciarse un motín que llevará a sus protagonistas a distintos estadios de su vida, que les obligó a replantearse su futuro, a cambiar sus destinos.
Veo en primer plano a “Malamadre” (Machín) antes de que la alopecia le llevase a su conocida imagen de pelo rapado y figura siniestra. Ya apuntaba formas de liderazgo y chulería en la pose, mandando, ocultando tras las gafas oscuras una mirada de fuego que haría temblar al mismísimo Satanás.
En segundo plano el resto de la banda, “Apache” (Chines) llamado así no por su inventado origen de indio americano, sino por ese rostro de mirar difícil, que no parece ni guapo ni feo, mas se diría que un guapo “diferente”. Fiel escudero de Malamadre, era el único que sabía cómo canalizar la ira de su jefe, como llevar su caudillaje hacia los fines de interés propio; el cerebro en la sombra. Asomando la cabeza Releches (Guanchi), también llamado al principio Zalepu porque ni el mismo sabe ya si es zamorano, leonés o pucelano., intentando entrar en cuadro sin que se note en los ojos, y que evidentemente no ha conseguido evitar, el peta que se ha fumao y que le ha pasado pa dentro del talego el Utrilla, metido en un oscuro lugar que prefiero evitar describir. Y como no, el Utrilla, antes claro de que el resto de la banda descubriera su relación con las fuerzas de seguridad, y temeroso de que pueda ser descubierto, aparece sentado en el regazo de Apache para ganarse sus favores, que, dicen, había quedado prendado de sus encantos al ayudarle a sacar el hachís, y es que la criatura no tiene un “bis a bis” desde hace tres años, y el Utrilla que estaba en esa edad tan tierna y con ese cuerpo tan deseable, y que siempre ha sido persona de dejarse hacer, más de recibir que de dar…
El conjunto refleja el relajo del cuadro antes de la revuelta, que sólo resolvería para sus protagonistas un prolongado tiempo en celda de castigo, salvo para el Utrilla que recuperó la libertad pero no su autoestima ni su elasticidad perineal.
Afortunadamente el destino tenía reservado para ellos mejores perspectivas de las que los barrotes de la cárcel les dejaban ver. Malamadre dirigió sus destinos entre los madriles y las guadalajaras llevando gentes; Releches en sus pucelas, desde “los pajaritos” asistiendo al personal; Apache se fue buscando un clima lo más parecido a sus evocadas praderas para montar un “tipi” gigante y ser jefe de la tribu; y Utrilla con lo suyo, aunque dicen que se pasa noches en vela pensando en aquellos, breves pero intensos, días de miedo pero con el regusto en la comisura de los momentos de lujuria y desenfreno de aquel apache que jamás volvería a cubrir sus espaldas.
(Otra foto irrepetible por estar hecha en el pollete de "la guapina" que como ya sabéis ha sido echado abajo por ruina. Tenía su cosa sentarse ahí tomando una birra en días buenos y charlar y relajarse contemplando La Cerra y el Hayedo y viendo a la gente, cuando la había, trajinando de bar en bar, ajenos a la ruina que se avecinaba, y no me refiero a la del edificio.)