martes, 22 de enero de 2013

Las sopas de año Nuevo...




Parece paradójico decir que la fiesta de Nochevieja se celebra el primer día del año siguiente, esto es, en Año Nuevo; aunque también es cierto que tenía dos partes claramente diferenciadas (lo que ha motivado el título de la entrada), desde dos minutos después de las campanadas y hasta que nos “desalojaban” de la discoteca (Nochevieja) y otra parte que comenzaba en el desalojo y duraba lo que el cuerpo pudiera soportar el maltrato (físico y químico), que es a la que hoy me quería referir (año nuevo).

En cuanto te tragabas el amasijo de mosto, pepitas y pellejo de las “uvas de la suerte” (¿os ha funcionado alguna vez?, entonces ¿por qué lo seguimos haciendo?) y brindabas por el nuevo año recién nacido con tu familia, ya estabas pensando en el momento de salir de casa para reunirte con los colegas y comenzar la fiesta. Nos íbamos recogiendo con un recorrido y ritual tan tradicional como el de la misma ingesta de las uvas para terminar reuniéndonos casi todos en el Kiss o Los Pelayos para una primera copa de brindis de buenos augurios por el año estrenado, los apretones de manos, abrazos y besos (según corresponda) con el chocar de las copas de champán; ¡perdón!, cava; ¡perdón!, vino espumoso.

De ahí nos dirigíamos directamente a la discoteca, La Olimpia, con el propósito de no tener que coger el coche en una noche que era lo menos recomendable; además de que en su tiempo, y no digamos en esa noche, la discoteca tenía un ambiente como nunca, era la noche en que salía todo el mundo de fiesta (gente que no volvías a ver en la disco hasta la fiesta de Nochevieja del año siguiente).

Hay temas para otras entradas, que lo mismo un día me da y las escribo, pero el tema de hoy, el que ilustra el video, es justo desde el momento que nos “echaban” de la discoteca, ya de día casi siempre, y como aún teníamos ganas de continuar la fiesta, que se trataba de empezar el año como dios manda, el que primero propusiera una alternativa para continuar allá que nos lanzábamos.

Teníamos tres alternativas: chocolate con churros, sopas de ajo, o seguir por la línea alcohólica con la quina o mistela (que era como apagar un incendio con gasolina). No era seguro, ni había un local fijo para la degustación del chocolate o las sopas, según estuvieran de animados los propietarios de los bares te ofrecían alguna de las opciones; y si no  algún año hemos optado por ir incluso a Cistierna para tomar el chocolate (de todas las opciones la menos recomendable, aún recordaréis algunos el año todavía había nieve y hielo en la carretera y que bajamos con tres coches y solo llegamos con uno a Cistierna (aunque hay otra versión más fiable, por su mejor capacidad para la memoria  que dice que iniciamos el viaje 4 coches y llegamos 2), quedándose los otros dos accidentados por el camino; que tampoco nos quitó las ganas de seguir la fiesta hasta la hora de ¿comer? –lo más fácil es que te cayeras sobre el plato y que tu madre te echara para la cama mascullando entre dientes palabras imposibles de reproducir). Comer las sopas te recomponía el cuerpo y lo templaba, lo malo es que no le dábamos la tregua suficiente para que se recuperara del todo pues las acompañábamos con cerveza o vino y así hasta que el cuerpo estallaba y te mandaba para casa (o peor aún y que un alma caritativa tuviera que llevarte muy perjudicado). También podía pasarte que ni tan siquiera el cuerpo pudiera llevarte hasta las sopas y el chocolate y te quedaras dormido en el coche, como en el video, hasta que alguna mosca cojonera te devolvía a la realidad.

Espero que disfrutéis del recuerdo a través del video y os animéis a contarnos el recuerdo de alguno de esos memorables momentos.


Muy al caso viene aquel año que teníamos el cuerpo para fiesta más de los que cabían en un coche. El único disponible esa mañana de año nuevo era mi primer coche, un R-5 TL, y era de esos días que el cuerpo te pide más, que no ha tenido suficiente y a las tres de la tarde todavía estábamos de vinos y fiesta, y Olleros se nos había quedado pequeño, y ya habíamos estado en Sotillos. Solo nos quedaba, aunque no nos gustara mucho, ir a Sabero para continuar la juerga, así que de un modo absolutamente inconsciente nos montamos en el coche los doce que quedábamos, quedando así: 3 delante, 4 atrás, 3 en el maletero (este abierto y sentados con las piernas colgando) y dos sentados en la aletas de la ruedas delanteras. Íbamos despacito cuando a la altura de la granja de Sahelices nos cruzamos con el 124 de la Guardia Civil, que tardó un suspiro en dar la vuelta y alcanzarnos antes de la casa de Mariano. Después de oír de todo los guardias y para que la cosa no fuera a peor, si es que hubiera algo peor, decidieron que mejor me bajaba yo solo a Sabero con ellos al cuartel, o acabarían llevándonos a todos al calabozo.

Tengo que reconocer que se portaron bien para lo que podía haber sido y después de echarme una buena bronca me dejaron marchar con una multa, que por la gravedad de la infracción, fue muy leve (por cierto que prometisteis que contribuiríais al pago de la misma y todavía os estoy esperando ¡cabrones!).

Aún me río cuando recuerdo como Toño (Varis) nos contaba que al parar el coche, y para que no nos pillaran con tantos, salió corriendo por un camino en dirección a la carretera nueva y que no dejaba de oír a alguien corriendo detrás de él, y cuanto más cerca oía los pasos más apretaba a correr, hasta que ya rendido y dispuesto a entregarse se paró y al darse la vuelta y ver que el que corría detrás de él era  Jose “el muerto”, huyendo también de la quema, le dieron ganas de matarlo allí mismo.



Quisiera que esta entrada, con este video, sirviera de homenaje al difunto Ojel, ¿qué fiesta recordáis en la que no estuviera?, siempre con su inseparable poncho y su sombrero mejicano; no fallaba en ningún “sarao”. Además quiero decir, porque así lo pienso, que a nosotros siempre nos tuvo un cariño especial, que nos animaba en todo lo que hacíamos (futbol, futbito, teatro,…) y que estaba allí para pasarlo bien con nosotros. ¿Os podéis imaginar una diana de las fiestas sin Ojel? También era “el rey” de los días de después, de la postfiesta, de las dianas y de las fiestas interminables que a él le podían durar más días de los que figuraban en el calendario.

Que sea un homenaje a ti, Ojel, “…y es que sigues siendo el rey…” en nuestra memoria.

Seguro que estés donde estés, estarás de fiesta…