Cuando le cuentas a alguien que este año ha nevado en mayo,
te arriesgas a que tu interlocutor te responda que él ha visto nevar en agosto,
y hasta puede que sea cierto; muchos de nosotros hemos podido ver nevar en
agosto, unos pocos copos, una nube pasajera cargada de agua que es conducida
por una capa de aire frío, aire frío en altura como les gusta decir a los
meteorólogos (que todos llevamos un meteorólogo dentro, a veces con más acierto
en las predicciones que los mismos profesionales de “la tele”), unos copos que
no llegaban enteros al suelo, muy caliente para que cuajasen.
Lo extraordinario de este año es que no ha dejado de nevar, que aún no se
nos ha ido el invierno, que este año, con suerte, nos va a durar la primavera
quince días (literal, que sigue haciendo frío). No hemos tenido una nevada de
esas fuertes que pase de los 50 centímetros, que permanezca la nieve varias
semanas en lo sombrío del monte, pero sí muchas, pequeñas, pero muchas, de
amanecer con una efímera telina de nieve que no llegaba al mediodía. Así día
tras día, sin dejar de hacer frío (lo sabéis bien los que os acercasteis a
Olleros en Semana Santa), y cuando no, lloviendo a jarros que, en eso sí, se
han batido todos los records de agua conocidos y registrados, después de un
verano y un otoño de lo más seco y que nos metió el miedo en el cuerpo y que
provocó que pudiéramos pensar que en unos años el desierto estaría por Quintana
de Rueda, y que en unos pocos más nos estaríamos vistiendo con chilaba y
babuchas; y mira tú por dónde unos meses más tarde parecemos noruegos por la
palidez de nuestra piel y los coloretes de nuestro rostro, ¡que no hemos visto
el sol desde el 2012!, que nos han dicho gentes del Sur que sigue estando ahí
arriba, oculto tras ese manto gris, ¡supongo!, más que nada por esa tenue luz
que nos permite distinguir, por poco, la noche del día.
Yo ya estoy harto de tanto frío, ¡que Olleros no está en Laponia! a pesar
de los que viven a unos pocos kilómetros y nos interrogan todos los días por
los metros de nieven que habrán caído y por las temperaturas glaciares
que estaremos soportando, como si la divisoria del círculo polar ártico pasara
por Colle, y el alto de Sotillos fuese el macizo del Himalaya.
Eso sí, está todo el monte cubierto de un verde intenso que es un regalo
para la vista.
(Podéis ver la fecha de la foto, y os digo que el día
20 de mayo cuando amanecía se podía ver una fina capa de nieve en El Repetidor,
Peña Perico y en todo lo que superase los 1.300 metros de altitud)
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