martes, 6 de diciembre de 2011

La Cueva de la Campana...


    La Cueva de la Campana era una especie de prueba que todo niño había de experimentar, o cargar el resto de su vida con la impronta de la cobardía.
    Es, más que una cueva, un pasadizo estrecho que atraviesa de lado a lado lo que conocemos como la Cresta (esas agujas de piedra caliza que van desde el Hayedo hasta casi el pico Valderno, encrucijada de las pedanías de Olleros, Sahelices y Sabero).




    Lo normal es que empezásemos por la entrada sur (la de la foto), dónde la boca es mucho más grande, esto es, por la que no se ve desde Olleros. Es curioso que al pie de esta entrada se encuentra la de la Cueva del Mosquito, de la que nunca he oído relatos (no cuentan los fantásticos, aquellos que dicen que tiene galerías que llegan hasta Cistierna), es al menos inquietante que nunca hayas oído a nadie que se haya aventurado en ella y que te haya contado hasta dónde llega. También es probable que no valla, o no se pueda ir, más allá de donde se ve, y el único recuerdo que seguro tenemos todos los que hemos estado cerca es que siempre estaba cegada por un millón de mosquitos y su principio tan vertical que te quitaban las ganas de arriesgarte a comprobar si las leyendas eran ciertas.
    Volvamos a “La Campana”: Todo el recorrido es angosto, por lo que rápidamente deja de percibirse la luz. Y su característica, la que le da el nombre, está pasada la mitad, cerca de la otra salida. Es una protuberancia que surge del techo (de ahí el nombre de “la campana”) y estrangula el pasadizo obligándote a pasarlo por debajo, por una pequeña hollada. Se pasa con mucha dificultad, siempre con la impresión de que te vas a quedar encallado, sin saber si una vez lo pases podrás volver atrás, y aunque te lo hayan dicho, con el miedo de que no encuentres la salida al otro lado, de que te la hayan jugado. Con las piernas aún temblándote, el corazón a doscientos, al poco de pasar la campana ves el final del túnel, el sol te ciega y cierra los ojos y te abre los pulmones por encontrar de nuevo el aire y el sosiego, en la cara la sonrisa del triunfo y ante ti la espectacular vista que desde ahí tienes de Olleros.
    Es una pena que ya no pueda rememorarlo porque seguro que me atascaría a pocos metros de la entrada y me acojona más que antes la idea de quedarme encallado bajo la campana.


1 comentario:

  1. Muy bien porque era así, de acojonar cuando tenías que ir pegado al suelo para pasar por donde se estrechaba y que siempre pensábamos que alguna día se terminaría de cerrar. Con respecto a lo de la cueva del mosquito ¿es la que está en Valdegüida no?, yo y alguien más no sé si Jacinto que era muy atrevido, nos aventuramos un día y avanzamos por alguna galería pero estaba muy resbaladizo el terreno y tenía la impresión (creo recordar) como si se hubiera tapado alguna galería por desprendimientos y ahí nos quedamos.
    Saludos
    Por cierto, la foto la tenía en casa pero con esta memoria tan frágil y selectiva que el tiempo se ha ido empeñando en proporcionarme, no sé quiénes son los de la foto, ni tan siquiera y soy yo o alguno de mis hermanos y su cuadrilla de entonces.
    Guanchi

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