Este año han acertado.
Después de dos o tres años de “sequía”, los
adivinos observadores de la naturaleza han dado en el clavo. Durante el verano
y otoño el pronóstico era el mismo: este año va a nevar mucho, hay muchas
avispas, que las había, y están muy revueltas, que lo estaban. A la tercera ha
sido la buena y este año se ha empeñado en darles la razón, a las avispas y a
los agoreros, lleva dos semanas que no ha dado tregua, pero con la singularidad
de que esta vez lo que cae un día ha desaparecido al día siguiente, que si no estaríamos
enterrados en casa.
Creo, ya me diréis si me equivoco, que en la memoria de
todos nosotros funciona un particular resorte que asocia Olleros al
invierno y que inmediatamente nos traslada a imágenes de nieve, de
mucha nieve.
<<Ahora nieva menos>>; eso nos dicen
los mayores y lo dice nuestra memoria, y no puedo confirmaros que sea así
porque tendemos a engrandecer lo que hemos vivido en el pasado (antes llovía
más, nevaba más, hacía más frío, más calor…, todo era más grande). Como
experiencia os puedo decir que tengo posibilidad de consultar con el meteorólogo
y que la estadística es más fiel que nuestra memoria, y la mayoría de las veces
desmiente nuestros recuerdos; pero en el caso de la nieve parece que se cumple,
que ahora nieva menos. Dicen que una posible explicación estaría en el pantano
de Riaño, que por su tamaño y capacidad tiene la facultad de intervenir en la
climatología de la zona.

Son recuerdos de caminos estrechos excavados en la
nieve, pasillos que se me antoja recordar que no me permitían ver el entorno
por la altura de la nieve, senderos hechos a pala que semejaban un laberinto
que te llevaba a los lugares principales del pueblo: la escuela, el economato y
los bares; y la iglesia los domingos.
Otra de las diversiones que está, seguro, en la
mente de todos son los “resbalizos” que nos hacíamos puliendo la nieve hasta
que quedaba como el cristal. Podíamos pasarnos horas deslizándonos sobre el
hielo, haciendo la pista cada vez más larga, más divertida. Recuerdo
especialmente una que hicimos, y ya éramos mayorcitos, desde la puerta del bar
de Berto hasta casi la carretera nueva, ¡qué gozada!, hasta que llegó un “buen
ciudadano” y nos la llenó de ceniza alegando que era por donde bajaban los
mineros a coger el autobús.
Si os preguntase por las navidades todos diréis que
las recordáis con nieve. En todas nuestras imágenes de los inviernos de nuestra
niñez hay nieve; hay nieve en las cabalgatas de Reyes, en los domingos de cine,
en las funciones de Navidad, en las largas noches de invierno y sobre todo hay
mucha nieve en nuestros recuerdos.
Para mí la mejor imagen es la del día siguiente de la nevada cuando se despeja el cielo, sale el sol e ilumina todo con una luz intensa que hace que resalte el blanco de la nieve hasta cegar los ojos y la temperatura templa y apetece salir de paseo, pisar la nieve virgen y volver a la infancia jugando con bolas de nieve y a hacer muñecos y resbalizos (¡cuidado que estáis en la edad de jugaros una pierna!)
Para mí la mejor imagen es la del día siguiente de la nevada cuando se despeja el cielo, sale el sol e ilumina todo con una luz intensa que hace que resalte el blanco de la nieve hasta cegar los ojos y la temperatura templa y apetece salir de paseo, pisar la nieve virgen y volver a la infancia jugando con bolas de nieve y a hacer muñecos y resbalizos (¡cuidado que estáis en la edad de jugaros una pierna!)